En un mundo en el que declina el interés por la lectura, en la esquina porteña de Alsina y Bolívar, el librero Miguel de Ávila apostó por la cultura y la educación, algo difícil de lograr si no se acude a los textos. Tiene más de 300.000 ejemplares contenidos sobre sus estantes y un gigantesco archivo, verdadero laberinto de papel e historias.
Cuando Buenos Aires era conocida como la Gran Aldea, la llegada de los primeros libros (la mayoría religiosos) provenientes del Alto Perú, empezaron a formar parte del patrimonio literario de nuestro país. En 1785, en esta esquina se encontraba la botica de don Francisco Salvio Marull, muy concurrida porque vendía hierbas medicinales, charque, ginebra y productos propios de una pulpería, pero con una particularidad: también vendía libros.
Por entonces, la esquina estaba bordeada por las calles San Carlos (hoy Alsina) y Santísima Trinidad (hoy Bolívar). Con el estallido de la Revolución Francesa que esparcía las ideas de Jean Jaques Rousseau y el siniestro Maximilien Robespierre, hizo que la botica empezara a recibir la visita de próceres como Rivadavia, Dorrego, Belgrano, Castelli, Paso y otros jóvenes destacados de la época. Naturalmente, todos ellos interesados por la política europea.
Salteando muchos años de su historia, hoy la obra que más se vende es el Martín Fierro de José Hernández.
La historia de esta librería está atada a la historia de la Argentina. En aquellos años de la botica, en ella fueron atendidos y curados los heridos de las invasiones inglesas de 1807. Frente al negocio se hallaban la Iglesia San Ignacio, el Colegio San Carlos (hoy Colegio Nacional Buenos Aires), y la llamada Manzana de las Luces, delimitada por las calles Bolívar, Moreno, Alsina, Avenida Julio A. Roca (Diagonal Sur) y Perú.
Muchos dicen que en la época de la botica germinó la idea de la Revolución de Mayo y que la librería es el resumen de la historia y la política del país.
De todos los comercios de la época colonial, la librería es el único que perdura con el mismo rubro; pero la historia nunca se detiene.
En 1830, pasada la época de la botica y la pulpería, se instala la Librería del Colegio en alusión al Nacional Buenos Aires a cuyo frente se encontraba el ciudadano francés Paul Morta, que además de librero fue el editor del primer número del Almanaque Agrícola e Industrial de Buenos Aires.
Por entonces fueron otros los próceres que visitaron la librería buscando las novedades literarias que llegaban de Europa: entre ellos Sarmiento, Mitre, Alberdi, Rafael Obligado, Paul Groussac, Avellaneda y muchos más. Fueron tiempos en que se leía mucho.
Miguel de Ávila, su actual propietario, cuenta una anécdota que involucra a Manuel Belgrano, quien cruzaba por esta esquina para sus encuentros con María Josefina Ezcurra, que era su amante. Su casa estaba muy cerca, en la calle Potosí, hoy llamada Alsina. Los registros históricos que se ocupan de la vida del creador de nuestra bandera, dan por sentado que la pareja tuvo un hijo nunca reconocido, a cargo de cuya crianza se ocupó Juan Manuel de Rosas.
La esquina se mantuvo sin ninguna modificación arquitectónica, hasta que en 1926 se hizo cargo el Arzobispado de Buenos Aires, y construyó el actual edificio art decó que contaba con cuatro pisos.
La cronología histórica de la librería registra que la misma fue adquirida por la Editorial Sudamericana, que primero se asoció a la librería, hasta que finalmente la compró. Corría 1967 cuando Sudamericana decidió venderla a una cooperativa de ex empleados, pero el fracaso de la gestión comercial hizo que, por primera vez, la Librería del Colegio cerrara sus puertas.
Según relata su actual dueño, Miguel de Ávila, el edificio estuvo a punto de ser comprado por la cadena de hamburgueserías Mc Donald’s. Enterado e indignado de ese posible y triste final, De Ávila decidió buscar ayuda en la Iglesia para poder comprarla. Con la colaboración del padre Arce del templo jesuita de San Juan Bautista, De Ávila consiguió ser atendido por el administrador de los bienes del Arzobispado, que no era otro que monseñor Jorge Mario Bergoglio. Es así como en 1993, De Ávila se hace cargo de la librería, y después de un año de duro esfuerzo, logró abrir nuevamente la histórica puerta de la que fue la antigua Librería del Colegio.
Hay un registro del año 2013, en el que el escritor español Jorge Carrión, editó un estudio al que llamó Librerías de todo el Planeta en el que concluye que la Librería de Ávila: no solo es la más antigua del país, sino que es la más antigua del mundo en funcionamiento.
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Entre lectores y coleccionistas
No es una novedad que la lectura de textos ha decaído con el correr de los tiempos. Pareciera que antiguamente este hábito era de vital importancia, sobre todo entre los próceres que ayudaron a construir la nación. No obstante, según el relato del librero Miguel de Ávila, hay que tener en cuenta a los coleccionistas. Por ejemplo, la primera edición de “La luna de enfrente” un libro de Jorge Luis Borges que contiene varias poesías, se vendió en 3.000 dólares, y una de las primeras ediciones de Don Segundo Sombra, alcanzó los 40.000 pesos.
En el riquísimo archivo de la librería, se encuentran los planos más antiguos de la ciudad de Buenos Aires, una gramática castellana del siglo XVII y una edición apócrifa de Don Quijote de la Mancha del año 1730 escrita en francés.