Viajes y Gastronomía
Cachi: Tesoro salteño
Por Carlos Manuel Couto
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Dicen que los años le sientan bien a esta joya de la provincia norteña, construída a tres mil metros sobre el nivel del mar. Rodeada de picos nevados y cardones, Cachi es una reliquia histórica que vale la pena conocer y disfrutar.

Don Diego Palavecino es hoy uno de los habitantes más antiguos de este pueblito encantador. Don Diego conoce la historia de Cachi como la palma de su mano. Me lo encontré una tarde calurosa, y de inmediato se ofreció para acompañarme en mi recorrida por el casco histórico, por sus calles de piedra y sus casas de adobe, ladrillo y techo de cardón. A mitad de la caminata nos sorprendieron los acordes musicales de un “misachico” que bajaba de los cerros; por cierto algo nada común de ver. ¿Y qué son los misachico? Son procesiones que portan imágenes religiosas, y que realizan (sobre todo en el noroeste) grupos de campesinos que bajan desfilando de los cerros al poblado para homenajear a un santo, darles las gracias por algún motivo, o encomendarles el alma de algún vecino muerto a la Virgen del Valle. Generalmente llevan músicos que acompañan la procesión tocando diversos instrumentos musicales, como un tamborero, un cornetero y algún otro que bate el parche.


Cachi es un poblado como pocos. En él se combinan vestigios arqueológicos, testigos de antiguas civilizaciones, a lo que se suma la belleza natural que lo rodea, con varias alternativas para salir de paseo.

Frente a la plaza central se encuentra la antiquísima iglesia de San José de Cachi, declarada Monumento Histórico Nacional, y nacida en 1796 inicialmente como una “encomienda”. Muy cerca se halla el Museo Arqueológico Pío Pablo Díaz, que reúne unas 4.000 piezas, muchas de ellas de más de 10.000 años de antigüedad, pertenecientes al sector septentrional del Valle Calchaquí. Pero hay mucho más para conocer.

Una visita imperdible. No hay que dejar de visitar el Mercado Artesanal Municipal. Allí se exhiben objetos de alfarería, telas, ponchos, frazadas, alfombras, tapices, fajas, bolsos y otros, fabricados con lana de llamas, ovejas y vicuñas y telas como el picote y el barracan. En él muestran su producción, no solo artesanos locales, sino también artistas llegados de otras localidades de los Valles Calchaquíes.

Ríos, montañas y cardones


Cachi se encuentra a un poco más de 160 kilómetros de la bonita capital salteña. Vale decir que quien se encuentre en ella, puede llegar al pueblito colonial aunque sea para pasar el día. Quienes pernocten un par de noches en Cachi pueden disfrutar de varias salidas, como por ejemplo visitar el Parque Nacional Los Cardones, cuyas 65.000 hectáreas están rodeadas por grandes montañas y un árido silencio. Dentro del parque se pueden observar algunos petroglifos, ya que por él pasaban los caminos del antiguo Imperio Incaico; sus imponentes cardos de una edad de entre doscientos y trescientos años, pueden alcanzar alturas superiores a los tres metros.

Un atractivo especial para senderistas y andinistas es llegar hasta el Nevado de Cachi, la imponente montaña que con sus 6.356 metros es el pico más alto de los Valles Calchaquíes. El Nevado está conformado por nueve cumbres y los deportistas pueden optar cual de ellas escalar.


Si por alguna razón desea volver a la capital salteña, puede hacerlo disfrutando de un fascinante paisaje que nunca olvidará; puede bajar por la Cuesta del Obispo, un tramo zigzagueante de la ruta provincial treinta y tres que conecta el Valle de Lerma con el Alto Valle Calchaquí. Unas centenas de metros antes de llegar al tope de su altura, encontrará con un mirador (Piedra del Molino), desde el cual tendrá un fascinante panorama de toda la extensión de la cuesta. En el zigzagueo costeará barrancos y precipicios, verá la Capilla San Rafael en Piedra del Molino a 3348 metros de altura. Pero tal vez no viaje solo: los vuelos de los cóndores lo acompañarán durante buena parte del trayecto. Cuentan antiguos pobladores que durante la época colonial, y hasta principios del siglo XX, un viaje como este podía llevar tres días de marcha.


Dicen que en Cachi la historia se quedó a vivir. En parte es cierto: Cachi
es uno de los arcones más ricos de la memoria argentina.

¿Por qué se llama Cuesta del Obispo?

Originariamente se denominó “Cuesta de la dormida del Obispo”, porque en 1622, monseñor Julián de Cotázar (tercer obispo de la diócesis de Tucumán), debió viajar desde la ciudad salteña hasta Cachi, y por un desperfecto en el carro que lo llevaba, tuvo que, incómodamente, pernoctar en la mitad de la cuesta.


Las bodegas más altas del mundo

Tanto en Cachi como en sus cercanías se pueden degustar excelentes vinos de altura con sello de autor. Algunas de las mejores bodegas de la zona son Colomé, Puma, Isasmendi y Finca El Cármen. Muchas de ellas ofrecen también alojamiento con todos los servicios incluidos.


Publicado 12/07/2025
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