Gustavo Marcaccio: Tenis argentino de exportación
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Quizás su nombre no sea familiar para la mayoría, pero supo ser entrenador de Rafael Nadal y hoy es Director en su Academia en Mallorca. Integrante silencioso de ese milagro llamado La Legión, Gustavo Marcaccio es un referente del tenis argentino al que siempre vale la pena escuchar.
Fotos: Rafa Nadal Academy
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Por Lucas Argüelles
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Quizás su nombre no sea familiar para la mayoría, pero supo ser entrenador de Rafael Nadal y hoy es Director en su Academia en Mallorca. Integrante silencioso de ese milagro llamado La Legión, Gustavo Marcaccio es un referente del tenis argentino al que siempre vale la pena escuchar.
La de Gustavo Marcaccio es una de esas cabezas diferentes dentro del deporte. Por su formación, por su capacidad de análisis y por lo inteligente que fue para moverse bien dentro de un ambiente para pocos y muy exigente.

Si bien su carrera como tenista profesional no fue la más destacada, sobre todo si se la compara con la de los otros integrantes de la inigualable y contemporánea Legión Argentina, siendo muy joven supo hacer su camino para posicionarse como un entrenador exitoso y llegar a formar parte del equipo de trabajo de uno de los mejores de todos los tiempos, Rafael Nadal.

Junto a Rafa Nadal y sus otros entrenadores, Marc López y Carlos Moyá, en los últimos años de Rafa en el circuito.
Junto a Rafa Nadal y sus otros entrenadores, Marc López y Carlos Moyá, en los últimos años de Rafa en el circuito.

Vamos al principio, ¿cómo comenzó tu historia en el tenis?


Mi papá era profesor de tenis y un fan del deporte; me enseñó a jugar y enseguida me llevó al Urquiza Tenis Club. Lo habían invitado a ir, en épocas en que entrar a esos clubcitos de ingleses era algo muy elitista y medio difícil para los que no eran del palo. Ahí fueron mis años de potrero: frontón, escuelita, jugaba con todos los viejos habidos y por haber: desde 80, 70, 60, 50 años y yo con 6, 7, 8, 10, 12\. Así pasé muchas horas de cancha y fue algo súper formador.

Después empezó la parte competitiva, también ahí, jugando preinfantiles, infantiles, menores, Metropolitanos, Nacionales. Todo eso ya era un poco más estándar, pero yo tuve esa formación de potrero, que me ayudó un montón a entender el juego en edades tempranas. No tenía muchas herramientas, no tenía potencial en cuanto a mi mecánica ni físicamente, pero bueno, me la rebuscaba. Después fui a La Horqueta Tennis Ranch, donde había entrenadores que me fueron enseñando a jugar de otra manera. Esos fueron mis años más competitivos.

En mis últimos tiempos de junior, aparecieron Zabaleta, Puerta, Gaudio, Cañas, que eran buenísimos para la edad que teníamos nosotros y la infraestructura que había en el país. Entonces, a los 16, dije: “¿cómo hago para competir con estos pibes que son tan buenos?”. Yo estaba entre los cinco o los ocho primeros del país, pero veía una diferencia abismal con ellos. Y pensé en ir a las universidades en Estados Unidos. Empecé a averiguar, a contactarme con gente, a preparar los exámenes en mi último año de secundaria y bueno, me fui. Estuve cuatro años y fue una experiencia a la que le saqué muchísimo jugo y me preparó física y técnicamente.

Después empecé con los Interclubes en Europa y durante siete años jugué todos los Interclubes existentes, lo que me permitió vivir del tenis, que hasta ese entonces era algo impensado. Tenía la suerte de tener un pasaporte comunitario, un nivel aceptable, buenas relaciones humanas, y eso me fue metiendo en todos lados. Jugaba en Alemania, Francia, Suiza, Portugal, todas; pasaba cinco o seis meses en Europa, y el resto jugaba ATP, lo que podía. Al principio quería destacarme en ATP, ir por los puntos, y después empecé a entender de que, con el nivel que tenía y seis meses al año, era muy difícil que pudiese hacer un recorrido. Me dediqué, entonces, a jugar los torneos más o menos lindos, donde podía competir con buenos jugadores.

Esto me lo permitió esta generación con la que yo había crecido. Al tener una buena relación, podía ir a esos torneos y me recibían bien. Sabía con quién comer, con quién entrenar, tenía ese respaldo que me había dado toda mi etapa de juvenil. Empecé a ir a las qualies de los ATP, a jugármela a pasar. Sí, jugaba también Challengers y Futures, pero las lindas experiencias las viví ahí, donde podía entrenar con los buenos, compartir tiempo con ellos y empezar a *setear* mi cabeza de otra manera. Ese pie en el alto nivel me fue abriendo un montón de puertas y conceptos que después me ayudaron a ser entrenador.

¿Tu primera experiencia como entrenador con quién fue?


Con Giovanni Lapenti, en 2009, a mis 32 años. Yo tenía que de alguna manera renunciar a los Interclubes e ir en otra dirección. Le digo, “hagámoslo seis meses y veamos qué tal sale”. Y me gustó. Todavía hacíamos el programa *(NdeR: Tenis Pro, un programa de TV junto a Mariano Zabaleta y Juan Ignacio Chela que mostraba la intimidad del circuito ATP)*, cuando empiezo a sentir que me gustaba lo de ser entrenador y me digo: “¿qué hago yo con una cámara en la mano filmando cosas cuando en realidad soy el conductor de la carrera deportiva de un tenista?”. No era compatible. Y bueno, ahí me hace un clic en la cabeza y me pregunto para dónde quiero ir. Y quería ser un buen entrenador.

Tu gran salto, donde más te destacaste, fue conduciendo a Pico Mónaco.


Sí, yo empiezo con *Machi* González y después se suma *Pico*. Arranco con los dos, hasta que *Machi* tiene una seguidilla de lesiones que lo rezaga un poco y quedo solamente con *Pico*, que yo lo ayudaba desde 2009 y había hecho algunas pretemporadas también. Luego hago tan solo una gira con Francesca Schiavone, que fue muy divertida y en la que me enseñó todo sobre el tenis femenino en dos semanas, en dos torneos, en Linz y en Estrasburgo. Hice un Master en tenis femenino. Después de ahí empiezo con Paula Ormaechea, con la que estoy casi dos años. Luego estuve tres años con Guido Pella; después me toca ser Subcapitán del equipo de Copa Davis y yo no quería estar con ningún argentino, entonces voy con Taro Daniel, un japonés; después aparece (Jaume) Munar, la Academia y termino en lo de Rafa en Mallorca.

Antes de hablar de cómo llegaste a trabajar con Nadal, un GOAT, te quería preguntar. ¿Te sentís parte, por ser contemporáneo, de la Legión Argentina.


No, no. Sí de haberlo vivido de cerca, pero no parte.

No me siento parte de La Legión. Sí tuve la suerte de compartir todo eso de cerca con muchos de ellos, con los que había crecido, y fui un privilegiado. (…). Ojalá vuelva a existir algo parecido, pero es complejo que tantos factores puedan combinarse al mismo tiempo, en una misma década.

¿No crees que formás parte de eso? No desde los resultados, capaz, ni desde el nivel, pero de lo que significaba La Legión en ese momento. Eran un poco rockstars.


No sé, no lo llamaría así. Sí tuve la suerte de compartir todo eso de cerca con muchos de ellos, con los que había crecido, y fui un privilegiado. Viví momentos únicos. Desde finales de Grand Slams, a Copa Davis, a millones de situaciones que soñé de chiquito y las fui viendo en estos pibes que son tus amigos y tus referentes. Porque pasan a convertirse en referentes, pasan a ser lo que vos querés ser. Eso me pasó a mí y a muchos de los que estábamos ahí, porque fueron tan buenos estos chicos que se despegaron de todo.

Buenos y tantos…


Y tantos, encima. Ojalá vuelva a existir algo parecido, pero es complejo. Es complejo que tantos factores puedan combinarse al mismo tiempo, en una misma década, y que pase lo que pasó.

Cada vez que miro cosas de esa época digo “no puede ser”. Cuatro argentinos en un Masters, casi cuatro semifinalistas de un Grand Slam.

Ahora sí, ¿cómo empezaste a trabajar con Nadal, tanto en la Academia como en su equipo de trabajo?


Con el equipo de la Rafa Nadal Academy, donde es Director.
Con el equipo de la Rafa Nadal Academy, donde es Director.

Mi relación con la Academia empieza en 2021, como asesor de Jaume Munar y de la propia Academia. En 2022 me mudé con mi familia hacia allá, como Head Coach de varones, y cumpliendo también ese rol en el equipo de Munar, con un poco más de injerencia. Y a fines de ese año entro también en el equipo de Rafa como uno de sus entrenadores, manteniendo mis roles en la Academia.


Con el español Jaume Munar, de quien fue entrenador.
Con el español Jaume Munar, de quien fue entrenador.

¿Cómo es trabajar en la Academia, mano a mano con un número uno? ¿Cuál es la filosofía de trabajo?


Es una pregunta amplia. Hay unos valores familiares, que son los grandes cimientos. Está él como alguien que quiere tener a ese lugar como su legado. Independientemente de que quiera que funcione como un negocio, también es donde quiere que su legado descanse. Entonces, es una responsabilidad grande, muy grande, porque, hay mucha competencia, muchos ojos puestos ahí. En cómo se hacen las cosas, en cómo tratás a las personas, en cómo se hace cada uno de los aspectos que refiere a desarrollar un jugador de tenis, que son muchísimos y que, al tener la vara tan, tan alta, pasás a tener un nivel de exigencia y de responsabilidad que es *heavy*.

O sea, que tiene un lado en el que no podés subestimar ninguna situación. Tenés que estar muy pendiente de todo, de no errar en la comunicación, de no errar en las relaciones humanas, de no errar en el concepto que uno baja porque, más allá del método, después está el sentido común, ¿no? De cada uno de los entrenadores y de cada uno de nosotros que estamos participando en el desarrollo de esos chicos

Terminás dándote cuenta de que en esas etapas sensibles es muchísimo lo que se puede influir y es realmente una etapa muy permeable de los chicos donde pasás a tener una ‘preponderancia en chicos que pueden ser muy buenos tenistas, que no es fácil de gestionar muchas veces. Después están los chicos que tienen un nivel quizá discreto, que puede ser un poco más fácil esa gestión, pero el nivel de compromiso tiene que ser el mismo. ¿Se entiende?

Sí, no hay una marcada intención de generar simplemente un chico tenista, una maquinita de jugar al tenis o un número uno en el mundo necesariamente, sino que entiendo que se busca formar una persona.


Justamente. Cuando hablaba de esos valores familiares están muy impregnados de lo que es la educación, no solo la familiar y la social, sino también la escolar. Por eso han invertido en un colegio con unos estándares de educación altísimos, donde de alguna manera terminan de asegurarse de que eso pase a ser un valor diferencial. Porque en la mayoría de las academias vos tenés colegios complementarios a ese desarrollo deportivo, pero en este caso es una educación que a los chicos los posiciona en un lugar muy importante. Y el día de mañana cuando quieran ir a una universidad como Harvard, Yale o Stanford, están en condiciones de hacerlo. Porque esos estándares y esa reputación educativa que reciben en secundaria y en primaria les permite a ellos aplicar para esa escala de universidades. Yo creo que eso tiene un valor enorme para los chicos.

Como Sub Capitán del equipo de Copa Davis junto a Gastón Gaudio, el Capitán.
Como Sub Capitán del equipo de Copa Davis junto a Gastón Gaudio, el Capitán.

Ser profesional del tenis es para muy pocos. En cambio, poder hacer una carrera universitaria con el tenis como medio de financiamiento es mucho más alcanzable. Por suerte han habido muchísimos casos de chicos que han ido a esas universidades y que son una vidriera permanente para que la gente entienda de que acá es deporte y educación de verdad.


En Manacor tenés todo metido en la misma canasta. Es una atmósfera que tiene residencia, escuela, comedor, gimnasio, cancha, zona de esparcimiento. Este es un modelo que se ha replicado en otros lados, pero lo que quiso hacer Rafa es llevarlo a la máxima excelencia.

¿En qué punto es comparable la formación de un tenista en la Argentina con la de uno formado en la Academia de Nadal? ¿Qué tienen todos en común, si bien, quizás, el objetivo se forme de diferente manera en ambos lugares?


Yo creo que los jugadores se pueden formar en diferentes contextos, eso es lo divertido del tenis. Así como hay un método para preparar físicamente a un atleta, con diferentes métodos podes obtener los mismos resultados. Acá creo que pasa lo mismo.

Hay mucha diversidad en el ecosistema del tenis. Al ser un deporte tan global, que se juega en muchísimos países, la formación es distinta. Están los balcanes y están los sudacas, no lo digo de forma peyorativa, sino que somos los que tenemos menos, ¿no?, por eso te nombro esas dos puntas. Después tenés culturas con muchísima más infraestructura, sociedades que están mucho más preparadas para desarrollar atletas. Y todos pueden terminar alcanzando el mismo resultado.

Yo creo que la diferencia de lo que puede darse en Manacor específicamente está muy vinculado con la educación y con optimizar los tiempos del día de un alumno deportista, porque tenés todo metido en la misma canasta. Es una atmósfera que tiene residencia, escuela, comedor, gimnasio, cancha, zona de esparcimiento. Está todo ahí ¿entendés? Este es un modelo que se ha replicado en otros lados, pero lo que quiso hacer Rafa es llevarlo a la máxima excelencia. Lo está logrando y son resultados que se van a ver no tanto en el corto plazo, sino en cinco o diez años y ahí podría responder mejor a tu pregunta


Con todo lo que se está viviendo en Argentina te das cuenta de que, a pesar de las dificultades y los imponderables, pateás un charco y salen diez tenistas. Eso yo lo vinculo muchísimo más con el hambre y con la necesidad de progresar, de destacarse en algo para ganarse la vida, que con lo que nosotros ofrecemos como infraestructura. Pero después me corro de ese lema, del famoso “facilita y debilitarás”, y digo, “bueno nosotros realmente tenemos la cosa difícil”. Y esa necesidad hace que los chicos salgan con otro temple, con otra fortaleza. Después todo eso es acompañado de muy buenos profes y de muchos chicos que jugaron al tenis que se vuelcan a ser entrenadores. Ese fue uno de los factores más preponderantes en la época de la Legión: la calidad de entrenadores que se abocó al seguimiento y al desarrollo de esos jugadores. Era la primer camada de entrenadores que habían sido jugadores. Hoy en Argentina tenemos muchísimos de ellos.

Siempre se menciona a los clubes también como un lugar de formación.


Claro, pero para eso quizás nos tenemos que remontar 10, 15, 20 años atrás. Hoy no lo ves, porque son otros los componentes de ese fenómeno. Hoy tenés entrenadores que quieren ser buenos y que se comprometen al máximo con sus jugadores. Tenés tenistas que tienen el espejo de La Legión, de Del Potro, y que dicen “yo me voy a matar porque esto va a ser mi medio de vida” y tenés un contexto que lo acompaña. Claro, no somos Australia, no somos la Federación Francesa, nunca vamos a ser ese país con esa infraestructura y con esa ayuda al desarrollo en ningún deporte. Pero es evidente que todo lo otro pesa y pesa un montón, porque si no, no estarían sucediendo las cosas que siguen sucediendo.

Y acá le doy otra vuelta de rosca a lo que es el ADN argentino ¿no? Esa rebeldía ante la derrota, ante la incomodidad, que yo la veo en el desarrollo deportivo de mis hijos. En España tenían una actitud y una postura hacia la competencia y la adversidad, que no tiene nada que ver con la que tienen acá. En edades aún tempranas, en fases embrionarias. Pero eso se traslada después al profesionalismo. Esos chicos, que después terminan siendo muy pocos, los que se siguen dedicando al deporte, se formaron con todo eso, y no tengo dudas de que esa rebeldía ante la adversidad y ante la derrota mueve y logra cosas.

Más allá de tu profesionalismo y las cualidades que habrán visto en vos para querer incorporarte a la Academia, ¿está entre las cosas que te piden que transmitas a los chicos en Mallorca ese gen que tiene el deportista argentino?


Sí, nadie vino y me lo dijo con un carácter explícito, pero lo sentís. Y el respeto por el deportista argentino se siente. En la final del Mundial con Francia, yo estaba allá y Rafa me invitó a verlo con sus amigos. Independientemente de la camaradería y su generosidad con la gente, que es de otro planeta, cuando llegó el momento del partido, yo estaba con un amigo de toda la vida, Gonzalo Ríos. Faltaba media hora, yo no podía comer más nada, no podía tomar más nada, no podía hablar de nada, solamente pensaba en el partido. Había una pantalla grande, un sillón y pienso “¿cómo vamos a sentarnos ahí?”. Somos 50 adultos, no sé cuántos chiquitos. Bueno, faltaban 20 minutos para que empiece el partido y Rafa nos dice, “este es el lugar de ustedes”, sillón frente a la pantalla; con mi amigo, nos sentamos él y yo adelante y todos atrás. *(risas)* No sé si no tengo una foto de ese momento. Pero yo lo sentí como un acto de respeto, como decir, “bueno, vivan el partido como lo tienen que vivir, ustedes dos, sin interferencias”. Estaba la chicana de alguno que te dice alguna cosa y te molesta, pero después fue respeto durante el partido. Y se emocionaron con nosotros.

Entonces, más allá del escenario y del evento deportivo que puede emocionar a más de uno, yo sentía, que nos respetaban. Y no fue la primera vez. Te cuento esta anécdota como una confirmación de ese respeto y de que nos veían en ese momento como merecedores del título. Esto también se siente en el tenis y creo que en muchos órdenes de la vida.

También siguen la política argentina. La siguen porque ellos creen que nosotros merecemos más, como argentinos, como sociedad; merecemos tener otro funcionamiento como país y esa meritocracia yo la veo como un símbolo importante de lo que somos nosotros como sociedad deportiva. Porque nos han puesto en el mundo, básicamente: Maradona, Messi, Vilas, La Legión.

“Otros países, otras sociedades buscan tener ese apetito competitivo, esa rebelión ante la derrota, esa resiliencia. En nuestros casos viene dada. Por eso hay tantos argentinos en el mundo, porque excede lo deportivo. Está en los genes de todos nosotros y bueno, dentro de todas las miserias que tenemos como sociedad, esa es una de nuestras grandes virtudes.”

Tuviste alguna charla de sobremesa o de mesa chica en la cual, sin tanto formalismo, te digan: “Che, ¿cómo puede ser que no estén mejor de lo que están?”


¿Como país? Sí, permanentemente

O inclusive focalizándose en lo deportivo: “¿Cómo puede ser que con la materia prima que tienen no inviertan en desarrollarla de la mejor manera?”


Sí, sí, se da. Ellos siguen mucho la política argentina, la economía. El personaje de Milei es muy cautivante, ¿viste? Es muy fácil de seguir, entonces es moneda corriente la charla.

Es un poco lo que vos decías antes de ese gen, ¿no? Que nosotros tenemos y que de algún modo buscan. Otros países, otras sociedades buscan tener ese apetito competitivo, esa rebelión ante la derrota, esa resiliencia. En nuestro caso viene dada. Para ellos tener gente que lo vive con naturalidad entiendo que debe ser un valor agregado. Para un equipo, para la atmósfera de trabajo. Por eso sucede que hay tantos argentinos en el mundo aportando, porque excede lo deportivo. Está en los genes de todos nosotros y bueno, dentro de todas las miserias que tenemos como sociedad, esa es una de nuestras grandes virtudes.

¿Cómo ves actualmente el presente del tenis argentino y el futuro?


Yo soy muy optimista, porque, primero, lo más difícil de conseguir es la materia prima y eso está. Soy optimista porque hay una dirigencia que realmente está haciendo cosas por el desarrollo del tenis y está logrando muy buenos resultados. Soy optimista porque creo que también el país y la región va a ir a mejor, entonces eso nos va a solucionar muchísimo toda esa transición hacia el profesionalismo. Soy optimista porque a la gente todavía le gusta el tenis, habiendo tanto para elegir. Es un abanico interminable: el pádel, el pickleball, pantallas chicas, medianas y grandes que desvían la atención de un deporte tan complejo como el tenis y sin embargo la gente lo sigue practicando. Soy optimista también, porque creo que las chicas pudieron tener su lugar después de tanto tiempo, una plataforma competitiva que no tuvieron nunca, gracias a la Asociación Argentina del Tenis, a toda la región y a sponsors que han colaborado para que esto suceda. Que las chicas tengan su lugar me parece que le va a dar al tenis un *boost* que no tuvo nunca. Hay una camada muy buena que va a explotar en unos años y que creo que nos van a poner en una vidriera grande.

Y bueno, soy optimista porque veo todo ese universo del tenis que va tomando forma. Creo que la dirigencia está haciendo un montón de cosas en situaciones muy difíciles y muy adversas y sin embargo han logrado que el tenis crezca y tenga su lugar.

Publicado 10/03/2025
Por Lucas Argüelles
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